El Real Madrid le metió al Málaga en una fría noche de marzo todos los goles que le perdonó al Deportivo en una fría noche de febrero. El partido, muy poco partido en realidad, dio la sensación de haberse jugado antes del pitido inicial. Se jugó entre tormentas de las salas de prensa y se jugó en Mestalla, donde Messi reventó las calculadoras más optimistas.
El Real Madrid ganó un partido que acabó en trámite y sale a siete puntos de una jornada entre semana de la que soñó salir a menos pero de la que también temió salir a más tras el estoico partido del Barcelona en Valencia. Son siete, otra vez y en apenas 48 horas, más madera. Así es esta Liga que haberla, hayla (todavía).
El Real Madrid, cuando acabaron las polémicas y los cruces incendiarios, recuperó la dinamita atómica que le había abandonado en los últimos tiempos a golpe de carga física y juego enfangado. Ayudó el rival por esas cosas, otra vez, de esta Liga. A Pellegrini no le importaron los factores externos ni las cábalas personales. A Pellegrini le importó su victoria ante el Almería del pasado lunes y le importa el duelo ante Osasuna del próximo fin de semana. Ahí va su Liga, la del drama de imposible digestión y ahí van sus opciones de mantener en Primera un proyecto de pretensiones faraónicas. O casi.
Así que Pellegrini sumó a las bajas conocidas una rotación notoria y terminó con un equipo pensado en apariencia para jugar a la contra pero pensado en realidad para pensar en Osasuna. Mourinho disfrutó esta vez de lo que consideró antes privilegio del Barcelona: las cuentas de un equipo para sus propios fines, lo que siempre fue este agotador campeonato.
El Málaga no tiró el partido de salida pero se descubrió inferior muy pronto. Alineaciones al margen, enseñó los problemas que le lastran y le tienen angustiado en pleno precipicio: tiene toque e intención pero no tiene ni dureza ni mala idea ni sostén defensivo. Salió al Bernabéu con estilo pero el partido pronto se le convirtió en pesadilla: no sabía blindarse atrás ni podía atacar sin encontrarse de vuelta a una jauría de jugadores del Real Madrid corriendo a la contra.
El Madrid salió frío pero le duró el Málaga lo que tardó en llegar el primer gol. Tardó en funcionar pero el signo del partido casi nunca estuvo en duda. El Madrid tenía la pegada y esta vez también la energía y, por lo que pareció, la urgencia. No jugó espectacularmente bien pero tampoco lo necesitó. Fue un martillo, plácido atrás y vertiginoso delante, agradeciendo a base de directos en la mandíbula cada regalo de la defensa andaluza.
En el primero, superado el ecuador de la primera parte, Benzema remató bien con el exterior una falta botada por Xabi y habilitada por Manu Torres, que limpió el fuera de juego. Estática y fallona, la defensa del Málaga ni supo tirar el fuera de juego ni supo ser contundente. Ni salió ni se aculó, fue transparente o nefasta en casos como el de Manolo Gaspar, que falló con estrépito en el segundo gol y posibilitó la definición a placer de Di María, concedió a su espalda la llegada de Marcelo en el tercer gol y se fue expulsado tras cometer el penalti del 6-0. El Málaga, colmo de males, acabó con nueve tras lesión de un Cala recién entrado.
La segunda parte fue un destensado ejercicio de llegadas del Real Madrid con todos los focos en Cristiano, que rompió su sequía a ritmo de remates de todos los colores, tres goles para huir de la ansiedad y no dejar escapar a Messi y retirada cojenado tras su último gol. El Real Madrid quedó con diez porque ya había hecho los tres cambios pese a que el portugués llevaba minutos con molestias. Extraño. A cambio en el campo estaban Adebayor, Gago y Canales.
En un día no especialmente idóneo para sacar grandes conclusiones, el Real Madrid tuvo como mejor noticia la vuelta de la chispa y la recuperación de la sonrisa tras la pesadilla de Riazor. Cristiano volvió a llenarse de goles y Benzema hizo dos de buen rematador en un partido en el que estuvo tan participativo como generalmente impreciso. Otra vez lo mejor fue la categoría infinita de Özil y la frescura en la carrera y el pase de un Di María muy recuperado.
Y la gestión de Xabi Alonso y la insistencia de Marcelo, que disfruta como un niño en los partidos en los que no tiene que correr, ni casi mirar, hacia atrás. Lo peor, a parte de cierta abulia en la presión cuando aún hubo partido, fue la ausencia de minutos para Kaká. Lo peor para Kaká, quizá no para el Real Madrid. Y el futuro (cuestión de días...) dirá si era una rotación dirigida, un mensaje en una botella (de vino de Oporto, claro) o una sentencia a cadena perpetua. Queda por saber eso y si al brasileño realmente le llegó el descanso, el mensaje o el castigo.
Ganó el Real Madrid, goleó con abundancia a un rival manso, y sigue en la Liga. Siete puntos son muchos pero parecen menos después de haber pasado casi 24 horas a diez. Eso es la Liga y eso es con lo que tiene que combatir el Real Madrid en cada partido, en cada minuto y en cada metro de campo, si quiere mantener realmente vivo el campeonato. El expediente del Málaga fue el trámite previsto, buena noticia y desde luego no mala señal. El siguiente, el nuevo Racing de Marcelino en El Sardinero, seguramente sea otra historia. Es, en cuestión de horas, el siguiente reto.
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Ronaldo fue el protagonista al marcar 3 goles. |
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